En cualquier trabajo nos encontramos con tareas que nos apetece hacer menos que otras. Tenemos tendencia a escoger hacer primero las más fáciles o de nuestro agrado. Posponemos las que nos resultan un poco más pesadas y en última instancia hacemos las que más pereza nos dan. Con estas faenas a veces nos da por procrastinar. Pueden pasar días, semanas, meses y éstas últimas quedan pendientes de hacer. Incluso algunas nunca se llegan a hacer porque no encontramos tiempo para ellas.
Qué es procrastinar
Dejando de lado definiciones de diccionario y tecnicismos, procrastinar es posponer una tarea buscando múltiples excusas. Pongamos un ejemplo: Manolito tiene un examen la semana que viene y tiene que estudiar un temario extenso y complejo. Manolito sabe que tiene que dedicar mucho esfuerzo y se pone hoy mismo a estudiar, coge sus apuntes y se pone manos a la obra. Cuando se sienta ve que sus rotuladores no subrayan bien y va al cajón a buscar otros. Al ver el desorden que tiene en el cajón decide ponerse a probar bolígrafos y rotuladores viejos que ya no funcionan con el fin de tirarlos. Una vez organizado el cajón ve que ha llenado el cubo de la basura de material viejo y decide tirarlo en el contenedor de la calle. Al volver a casa entra en la cocina porque con tanto ajetreo le ha entrado sed. Aprovecha para llenar las botellas y meter una en la nevera. Al abrir la nevera observa que tiene pocas cosas y debería ir al supermercado. Adivina lo único que no va a hacer Manolito ese día. Evidentemente, estudiar.
Procrastinando en el trabajo
Y en la empresa no es muy distinto al ejemplo de Manolito. Podemos observar que hay gente en algunos puestos de trabajo que hace muchas cosas menos lo que tienen que hacer.
Seguro que conocemos en una fábrica a la persona que nunca está en su puesto porque casualmente está ayudando a otro o le han pedido que haga otra cosa. O en una oficina, el que siempre tiene encargos por hacer o va como pollo sin cabeza moviendo papeles de un lado para otro sin ningún sentido. Son casos distintos con un denominador común, al final del día han hecho muchas cosas menos las que realmente tenían que hacer. A estas personas procrastinar no les permite tener una buena productividad.
¿Por qué procrastinamos?
Es muy frecuente que el motivo para procrastinar una tarea sea la dificultad o complejidad que conlleva. Puede ser algo realmente difícil o no, pero a nosotros nos lo parece. Y es que la mente humana se motiva ante un reto que previamente ve como factible pero se anula ante un reto que percibe como inasumible. En ese momento la pereza se adueña de nosotros y nos complica la ejecución de la tarea.
A veces tratamos de buscar el momento perfecto para hacer esa faena que no dejamos de procrastinar. Pero el momento perfecto no existe, por lo menos en nuestra mente. Nuestro cerebro se encarga de trabajar más para poner excusas que para encontrar un momento apropiado. Seguro que existen ocasiones donde iniciar esa labor que tanta pereza nos da pero no queremos verlas como tal. Y es que el primer paso para poder hacer la tarea es iniciarla. Parece obvio, pero suele ser una trampa que nos hacemos nosotros mismos. Pensamos que si la empezamos también la tenemos que acabar ese mismo día y eso nos lleva a posponerlo un día más.
Estrategias para evitar procrastinar
Aunque procrastinar es algo natural en el ser humano podemos evitar hacerlo. Existen pequeños trucos que nos pueden ayudar.
- Dividir el trabajo. Las labores que requieren mucho tiempo suelen dar más pereza que las cortas. Dividir una gran tarea en varias más cortas puede hacer entender a nuestro cerebro que es más asumible de lo que parecía en un principio.
- Hacer un poco cada día. Si pensamos que tenemos que hacer una faena que nos disgusta durante 20 horas quizás nos desanimemos. Pero si invertimos 1 hora el primer día pensaremos que no era para tanto. Y al día siguiente otra hora…y así cada día. En menos de un mes la tendremos finalizada y no será tan traumático!
- Establecer una hora fija para hacer la tarea. Podemos establecer un horario dentro de la jornada laboral donde sí o sí haremos ese trabajo, inamovible. De esa manera no podremos escabullirnos y buscarnos excusas porque esa hora es para eso.
- Ver la tarea como algo positivo. Si pensamos que lo que tenemos que hacer es pesado nos agobiaremos antes de empezar. Si por el contrario aceptamos que debemos hacerlo y nos ponemos a ello hará que sea más llevadero. Bastante duro es como para ponernos trabas nosotros mismos! Además el resultado se verá beneficiado porque lo haremos con más ganas.
- Empieza la tarea lo antes posible. Cuando tengas una oportunidad de iniciar el trabajo, hazlo. Planifica cuando será un buen momento y no le des vueltas. El mejor momento es cuanto antes y no olvidar avanzarla a cada oportunidad que tengas. Será más fácil continuar una tarea iniciada que empezarla.
- No boicotearnos. Si decidimos que la labor más pesada la haremos al final del día quizás nos estemos boicoteando nosotros mismos. Estaremos cansados y pensando más en finalizar la jornada laboral que en la tarea. Aunque el anterior consejo es empezar lo antes posible, es importante usar el sentido común. Analizar y ser selectivos nos ayudará a no cometer errores.
- Dejar la tarea en un punto agradable. Si dejamos la labor en una situación que nos agrade continuar será más fácil que la retomemos. Ya sabemos que nuestro cerebro es amigo de la satisfacción inmediata y querrá acabar lo fácil como recompensa. Pero tenemos que ser más listos que él para hacerle trabajar cuando queramos.
- Eliminar las posibles distracciones. Aunque a veces es inevitable tener alguna distracción sí podemos minimizarlas. Apagar el móvil, desconectarnos de internet o hacer la tarea de noche pueden ser fórmulas para que nadie pueda interrumpirnos en el peor momento.
Dejar de procrastinar genera satisfacción
Todos nos sentimos bien cuando acabamos una faena. Y si encima era un lastre porque se nos hacía una montaña aún más. Además, mientras no la hacemos está en nuestra mente ocupando un espacio entre las cosas pendientes y cuanto más tiempo pasa más frustración nos crea. Incluso cada vez la vemos más complicada e inaccesible. Es por ello que al finalizar tareas arduas sentimos bienestar y satisfacción.
Tengamos en cuenta que a veces también es necesario procrastinar. Existen tareas que si no las hacemos con la energía necesaria y en un momento positivo quizás no podamos llevarlas a cabo, nos cansaremos rápidamente y optaremos por no hacerlas nunca. Si nos ponemos el reto de comenzar a hacer deporte y empezamos una semana que estamos agotados será mala idea, quizás sea mejor posponerlo una semana. Valorar un momento óptimo y lanzarse a hacerlo sin poner excusas es un buen plan para iniciar esas labores que tanto tiempo llevamos aplazando.